[En una cafetería oscura y medio
pegajosa, con una máquina tragaperras cantando en la puerta y un
señor chino concentradísimo, venga monedas y monedas]
Poeta: Buenos días, ¿usted es
Guadalupe?
Lupe [toda dispuesta y sonriente]: Sí, sí, buenos
días.
Poeta: Yo soy Ricardo. Encantado. Pues
mire, lo que necesito es que transcriba, numere y ordene unos poemas que he
escrito a mano.
Lupe [entusiasta]: Claro, claro.
Poeta: Son unos cinco mil poemas.
Lupe [algo menos entusiasta]: Cinco
mil.
Poeta: Sí, porque yo estoy lleno de
ideas a todas horas, y claro.
Lupe [pensando de repente: más poemas, más euros, más comida]: Qué bien.
Poeta: Escribo haikus. Y tengo que
organizar y releer estos cinco mil para seleccionar los mejores tres
mil trescientos treinta y tres. Porque quiero preparar tres tomos
independientes de mil ciento once.
Lupe [parpadeando como una gallina]:
Ajá.
Poeta: Le interesará saber cuál es la
temática.
Lupe: Por supuesto.
Poeta: Pues hay aproximadamente mil
quinientos que hablan de Dios. Luego ya perdí el interés por la
religión y me centré en el binomio árbol-ave fénix.
Lupe [suspirando por dentro]: Sí, sí.
Poeta: De esos hay unos dos mil. Y el
resto está dedicado al ecofeminismo y a la pachamama. A lo mejor
quiere usted que le lea unos cuantos.
Lupe: Cómo no.
Poeta: Aunque la verdad es que en un
sitio público, y esta atmósfera, no sé, no se presta mucho...
Lupe [alarmada]: Pues no se preocupe,
usted me los da y yo los leo en casa, privadamente.
Poeta: Es que yo creo que le vendría
bien conocer el tono, la sonoridad, el espíritu de la obra antes de empezar el trabajo.
Mire, le leo uno en voz baja:
Las moscas sorben
el almíbar negro de Dios
cocodrilesco
Las moscas sorben
el almíbar negro de Dios
cocodrilesco
Yo: Oh.
Poeta: Y este otro:
El árbol ruge
sobre el ojo no muerto
del héroe pollo
Lupe [confiando en no haber entendido bien]:
Qué interesante.
Poeta [como disculpándose]: Verá que la caligrafía no es
muy clara. Es que escribo donde quiera que me encuentre la idea. Y tengo
muchas ideas mientras conduzco. Así que siempre llevo lápiz y papel
en el salpicadero, y desde que aparece el poema, lo apunto.
Lupe: Se para en el arcén.
Poeta: No, no, lo escribo en marcha. Si
me paro se me va.
Lupe: ¿Y nunca le ha pasado nada?
Poeta: Bueno, he tenido dos conatos de
accidente, no, tres, pero nada más.
Lupe [definitivamente desalentada]: Ah.
Poeta: Aquí traigo la primera parte
del poemario [saca una carpeta]. Mire el material, estúdielo y póngame un correo con
el presupuesto.
Lupe: Muy bien.
Poeta: La dirección es
escombropútrido@rmail.com
Lupe: Muy bien. Pues ya hablamos.
[Lupe se va a su casa con la carpeta
de propaganda de la CEOE bajo el brazo, preguntándose por qué, por qué, por qué no se puede ganar la vida como la gente normal]
(continuará)