28 de febrero de 2009

De qué hablamos

[Teléfono]

Mamá: ¿Y qué tal todo?

Yo: Bien. Aunque la perra se come las paredes.

Mamá: ¿Las paredes?

Yo: Que verás, si fueran mías... Pero son del casero. Y luego no puedo evitar pensar que cualquier día, mientras esté yo trabajando, se pone a masticar un muro de carga y tenemos una desgracia.

Mamá: Igual le falta calcio al animalito.

Yo: Si le faltara calcio no tendría esos colmillos de tigre de dientes de sable, ¿no?

Mamá: No... ¿Muerde mucho?

Yo: Muchísimo. Voy por la casa con los guantes del horno puestos, no te digo más.

Mamá: Ah, ¿pero tú tienes de eso?

Yo: Cuatro. Al principio sólo tenía uno, pero fui y compré más. Y porque no los hacen para los pies, en formato bota-de-caña-alta, que si no...

Mamá: Tú es que siempre has sido muy exagerada. Desde chica.

Yo: ¿Quieres que te mande un parte de lesiones?

Mamá: Nada, nada. Los cachorros son todos así. La Pulga también era muy mordelona, y ahora ya la ves, tan dulce, tan encantadora. Ya no muerde.

Yo: No; ya no nos muerde a nosotros.

Mamá: Eso. Sólo a los desconocidos que no le caen bien.

Yo: Que son todos.

Mamá: Todos no. El otro día...

Yo [interrumpiéndola]: Pero la Pulga ha tardado dos años en enderezarse. No sé si aguantaré tanto, yo.

Mamá: Tú trátala con cariño, pobrecita. No le levantes la voz.

Yo: Le levanto la voz y la alpargata, Mamá, que si no me me echa del sofá y llama al servicio de habitaciones y pide la cena por teléfono, con vino, café, copa y puro, y un cartón de tabaco. Y hay que ponerle límites. Tú, como a los tuyos los tienes tan consentidos...

Mamá [ahora le toca a ella interrumpir]: Mira, ¿y tú crees que podríamos hablar de algo que no fueran los perros y su educación?

Yo: Sí. La semana que viene se me acaba el contrato.

Mamá: Ya.

Yo: Y no tengo derecho a paro.

Mamá: Ah.

Yo: Y este año no se convocan oposiciones de nada. No sé muy bien qué voy a hacer.

Mamá: Y, aparte de las paredes, ¿te come bien, la perra? ¿Qué le das, pienso?

Yo: Sí. Uno caro. Me lo vende el veterinario.

4 comentarios:

Arantza dijo...

Ten cuidado con los piensos caros de veterinario, yo empecé a darles eso a los gatos y Alfonso se ha puesto como si se tampiñara (verbo de creación propia) un whopper todos los días. Aunque una naturópata que conocemos (sí, qué vergüenza), lo miró comer y afirmó que come tanto porque "es inseguro y se come las emociones". A lo mejor Pinito lo que tiene son muchas emociones que no le caben en el cuerpo ése que tiene de 950 gramos...

La Lupe dijo...

Ya pesa dos kilos, Arantza. Y tiene unas emociones del tamaño de Keops, Kefrén y Mikerinos. Su veterinario, que hizo un máster de acupuntura animal... bueno, hasta aquí puedo leer sin descomponerme.

Ginebra dijo...

Pero mujer, no le dé pienso caro de veterinario, que luego se encaprichan y no quieren los del Eroski, que son superbaratitos. A mí JB me regañaba mucho porque les intentaba colar a los bichos el pienso baratito hasta que le dije que si a los niños les daba productos de marca blanca y se me estaban criando la mar de bien, a los bichos también. Fin de la discusión.

La Lupe dijo...

Gin, en esta isla no hay Eroski, ni Mercadona, ni Continente, ni Carrefour...
IKEA sí. La Pini se encarga de convertir las patas de mis muebles en una especie de serrín sueco que no debe ser muy nutritivo. Por eso compenso con pienso del caro.