27 de agosto de 2011

Arquitectura civil

Niña: Mamá.
Madre: Dime.
Niña: ¿Tú te acuerdas de cuando me dijiste que a mí me habías recogido debajo de un puente?
Madre: Sí.
Niña: Es que hoy me dijo Carmencita que eso no puede ser, porque todos los hermanos nos parecemos mucho.
Madre: Porque los recogí a los cuatro debajo del mismo puente.
Niña: Ah.
[silencio]
Niña: Y mira...
Madre: ¿Qué?
Niña: ¿Cómo sabías tú que había un niño debajo del puente?
Madre: No lo sabía. Yo pasaba por allí camino del trabajo y me lo encontraba y lo traía a casa.
Niña: ¿Y sigues pasando?
Madre: No. Cuando ya llevaba cuatro niños me cansé.
Niña (más tranquila): Ah. Y entonces, ¿ahora vas al trabajo por otro camino?
Madre: No, no, después de tu hermano el chico fui y le puse una carga de dinamita al puente, ¿sabes?
Niña: Ah. Claro. ¿Me das la merienda?

9 de agosto de 2011

Recuerdo con reptil

Un día en el recreo mi amiga Samantha y yo nos encontramos un lagarto muerto, y conseguimos no chillar para que no vinieran las monjas, y lo escondimos debajo de unas piedras, y a la hora del almuerzo robamos un cuchillo del comedor para hacerle la autopsia. Que no hubo manera, porque tenía la barriga blindada. Al final se lo comieron las hormigas. El pobre.

4 de agosto de 2011

Barrio

En mi barrio hay alguien que quiere alquilar una plaza de garaje, así que pegó un cartel en la puerta con doce chicles (masticados). Hay, que yo sepa, tres especies distintas de cucarachas voladoras (las grandes, las enormes y las translúcidas). También hay un señor chino que, cuando cierra la tienda, se descalza y se recuesta sobre una vespa plateada que tiene, con los pies cruzados sobre el manillar, a comer pipas y a mirar a la gente que pasa por la acera. Si uno se despista, le escupe las cáscaras encima. Hay una señora que se ofrece a dar clases de timple, guitarra, bandurria y laúd. Hay un gabinete de depilación y doce peluquerías (gana el pelo por goleada, sí). Siempre-siempre-siempre hay una valla y unos señores de una contrata agujereando el suelo e interrumpiendo el tráfico. Y gatos. Un montón. Hay un bar que tiene una pizarra por fuera, en la que, hasta hace dos meses, se leía "Vendo bicicleta BH". Con tiza azul. Ahora se lee "Papas de Tacoronte y cebollas de Guayonge". Hay cientos de casas en ruinas. Y una tasca que pone jamón del caro y gambas blancas de Huelva. Y tres tiendas de empeños. Y un taller de costura para los carnavales. Y una escuela de baile flamenco. Aparcamiento no hay. Ni biblioteca. Ni tranvía. Pero no importa. Es un barrio exótico y nos enorgullecemos de él igual.