15 de noviembre de 2009

Comunicado

Queridos lectores (sé que hay más de uno),
no es que sea vaga (bueno, también). Es que estoy mala. Y voy a seguir estando mala unos cuantos meses más. Y tengo la cabeza medio nublada, y no se me ocurre nada que contar, y encima Pinito ha elegido este momento para empezar a portarse bien (ayer se comió un termómetro, un rollo de papel del baño y medio tendedero, pero llevaba semanas quieta y callada). Y me da nosequé tener el blog ahí, esperándome, diciéndome que hace quince días que no le escribo. Así que me voy a tomar unas vacaciones. Cuando coja tino y vuelva les aviso, ¿sí?

5 de octubre de 2009

Euromillón

Se enfermó, la ingresaron, la operaron. Cuando se despertó y dejó de delirar (no hacía sino pedir churros) la llevaron a su habitación. Allí buscó a su hermano pequeño con la vista y le dijo "vamos a echar un euromillón tú y yo". Cogieron el número del quirófano, la primera y la última cifra de su historia clínica, la fecha de la operación, los miligramos del calmante que le estaban dando, cuántos ganglios le habían sacado, cuántas grapas le habían puesto. Los ordenaron todos. La combinación sonaba bien. Él la apuntó en el móvil y salió corriendo a buscar un estanco. "Tiene que tocar", pensaban los dos, "si hay justicia tiene que tocar".
Llegó el viernes y no tocó. Pero a ella le trajeron churros calentitos para desayunar.

22 de septiembre de 2009

Demasiadas cosas

Sueño que voy a salir a la calle, pero no puedo porque hay demasiadas cosas ahí fuera. Cosas como camiones y excavadoras y edificios de cuarenta pisos y bloques de mármol y rebaños de ovejas y romerías de la Virgen de la Cuevita y aviones supersónicos y cataratas del Niágara y calamares abisales. Y formas geométricas, un montón de pirámides amontonándose en el aire y en el suelo. Y en el pedacito de acera que queda libre está Alfio, la Bola Troglodita de Liniers, bailando.


Entonces cierro la puerta y me vuelvo a la cama. Total, si no quepo...

12 de septiembre de 2009

Menú

[La Lupe vuelve del parque con Pinito. El señor muy serio de dos metros está en el sofá]
Señor muy serio de dos metros: ¿Qué tal hoy?
La Lupe: Bueno, no ha habido muertos ni heridos de consideración.
Señor: Ah, vamos mejorando. Muy bien, Pinito [y acaricia a la perra, que salta y da lametones desaforados].
La Lupe: Pero se escapó, se metió entre los bambúes y se puso a comerse las hojas, y tardé bastante en cogerla. Me gustaría tener una conversación con el que diseñó ese parque, ¿sabes? Porque se le fue la mano con las espesuras.
Señor [hablándole a Pinito]: El día que te hagamos un estudio genético, Animaligna, vamos a descubrir que eres medio oso panda también.
La Lupe: Medio oso panda y medio Houdini. La voy a matar.
Señor
[repentinamente concentrado en algo que dan en la tele, sin escuchar nada]: Estupendo.
La Lupe: Pero primero, le voy a dar de comer.
Señor: Muy bien.
La Lupe:
Que no sé con qué amenizarle el pienso, porque el confit de pato y el foie se acabaron ayer, y cigalas tampoco nos quedan.
Señor: Claro.
La Lupe: Aunque jamón ibérico sí tenemos, ¿no?
Señor: Sí.
La Lupe: Bueno, pues le pongo jamón, un gazpacho de guisantes tiernos y luego un arroz negro, ¿te parece?
Señor: Lo que tú digas, vida mía.
La Lupe: Y de postre... bueno, no, que hay queso de Garafía, y luego con el café y un poco de chocolate va que se mata. Y el pienso nos lo comemos nosotros, que es muy sano, muy equilibrado.
Señor: Ajá.
La Lupe: Me encanta la tele. Cómo contribuye a la paz del hogar. Pinito, ven, que te voy a dar la comida, anda.

5 de septiembre de 2009

Verde

Mira, ¿bragas de la Masa no tienes? No, de Hello Kitty no las quiero. Ni de Snoopy. Ni de Betty Boop. De la Masa, digo. De Hulk. ¿Nada? ¿Cómo? ¿Que de superhéroes sólo hay calzoncillos? ¡Pero no puede ser! ¡Es intolerable! ¡Me da lo mismo que la ropa no la diseñes tú! ¡Quiero la hoja de reclamaciones! ¡Ahora mismo! ¡SÍ, AHORA! ¡Y SI NO ME LA DAS LLAMO A LA POLICÍA! ¡Y A LA GUARDIA CIVIL! ¡Y A LOS GEOS! ¡Y AL INSTITUTO DE LA MUJER!

22 de agosto de 2009

Piscina municipal

[En el tablón de anuncios del vestuario de señoras]

Por favor, no usen el lavamanos sino para lo que su propio nombre indica. Está prohibido lavar zapatillas, gorros, niños y otros objetos poco higiénicos.

17 de agosto de 2009

Vacaciones

"Yo no fui. No tienes pruebas. Yo a esa hora estaba en otro sitio".

[Teléfono]

La Lupe: Hola, Mami.
Mamá: Hola, qué tal, ¿cómo lo están pasando?
La Lupe: Bien... Vamos a la playa, y al spa... y a la playa, y al spa... y a la playa...
Mamá: Sí, sí, me hago una idea.
La Lupe [un poco preocupada]: Mira... Y Pinito, ¿cómo se está portando?
Mamá: Ah. Pues la primera noche se la pasó leyendo.
La Lupe: Dios.
Mamá: Hay que ver cómo se parece a ti, ¿eh?
La Lupe [ofendida]: Bueno, a mí los libros me duran más. Ella los lee una vez y ya.
Mamá: No sé yo. Cuando eras pequeña los perdías, te los llevabas a la bañera, los llenabas de nocilla...
La Lupe [interrumpiéndola]: ¿Y que estuvo leyendo?
Mamá: Ah, clásicos juveniles. Dice tu padre que no te preocupes, que todos los libros eran tuyos.
La Lupe [poco animada]: Ah.
Mamá: Pero fue sólo la primera noche. Luego le quitamos la lectura y entonces se comió una lámpara.
La Lupe: Ya.
Mamá: Y luego la dejamos durmiendo en el jardín, con los demás perros. ¿Tú sabías que Pinito es vegetariana?
La Lupe: No. Ella se lo come todo, vegetal, animal o mineral. No distingue.
Mamá: Pues la podías alquilar como segadora. Qué energía, qué dientes.
La Lupe: Ay.
Mamá: Las calas, las petunias, las hortensias...
La Lupe: Cuánto lo siento... Yo te las repongo cuando vuelva.
Mamá: Pero es encantadora, la perra. Tiene una sonrisa... Es muy expresiva. Cuando llegamos de la calle se alegra muchísimo de vernos. Un meneo de rabo, unos saltos... Salta como un metro.
La Lupe: Es que está esperando que le des de zapatillazos por todas las maldades que hace, Mami, y como no le das, se alegra mucho.
Mamá: Animalito. Si sólo tiene ocho meses.
La Lupe: A ver si llega a los nueve.
Mamá: No, mujer. Además encontró ella sola una solución estupenda. Porque verás, con los chihuahuas se lleva muy bien, y con la perra grande también, y está todo el día brincando y correteando: pero la gata no la quiere. Y aún así ella se empeña en jugar con la gata. Que le huye, claro. Entonces uno de estos días, persiguiendo a la gata, se encaramó por un muro, tiró dos macetas y se metió en el jardín del vecino. Y allí se pasa mucho rato, segando y comiendo flores, tan contenta.
La Lupe: ¿Y el vecino?
Mamá: En Seúl.
La Lupe: ¿Y cuándo vuelve?
Mamá: No sabemos. Pero ese jardín es la selva. Yo le puse una pipeta suplementaria a la Pino por si los bichos. Y total, si el vecino vuelve y dice algo le pasamos la factura por los servicios de desbroce.
La Lupe: Pues qué bien. ¿Y está comiendo como debe ser?
Mamá: Claro. Yo sirvo el buffet de piensos y allá van los cinco, en fila.
La Lupe: No le estás dando café con magdalenas, ¿verdad?
Mamá: Por supuesto. Y zumo de naranja. Y a veces, huevos revueltos.
La Lupe: Mamá.

Mamá
[muy dispuesta de repente]: Mira, ¿tú a la perra le haces algo en el pelo?
La Lupe [a la defensiva]: La baño y la peino cuando le toca.
Mamá: Está totalmente Scotch-Brite.
La Lupe: Es que es así, tiene el pelo duro. No le vayas a poner suavizante ni porquerías de esas.
Mamá: Yo la veo, la pobre, con ese pelo y esos ojos tan chicos...
La Lupe: Mami, no tiene los ojos chicos: es que tú vives en un mar de chihuahuas y estás acostumbrada a semejante desproporción. Pinito está bien como está. No le hagas nada.
Mamá: No, en los ojos no le puedo hacer nada, criatura, pero en el pelo... Todos los demás tan brillantitos y tan suaves y ella tan estropajosa...
La Lupe: Por favor te lo pido, déjala así.
Mamá [pensando muy claramente "ya veremos ya"]: Bueno.
La Lupe: Me voy al spa.
Mamá [acusadora]: Tú te estarás haciendo tratamientos de esos para la piel, ¿no? Y la pobre perra Scotch-Brite...
La Lupe [sorda]: Dale besos a Papi.
Mamá [sorda también]: Tengo aquí una mascarilla nutritiva especial para perros al aroma de fruta de la pasión que le va a venir que ni pintada.

23 de julio de 2009

Será

Cada tanto vengo aquí a ver si he escrito alguna cosa, y no. Será que me pasa algo. O que estoy de vacaciones en Jamaica. O a lo mejor se me rompió el ordenador, o me cortaron el teléfono...
Me voy a mandar un correo, a ver.

14 de julio de 2009

Basado en pirados reales

[Pinito y la Lupe pasean por el centro de Santa Cruz. No se hablan. Pinito está ofendida porque la Lupe la cepilló por la violencia para quitarle unas espiguillas que se le habían pegado a las cejas, a los bigotes y al tupé después de la excursión del domingo. La Lupe está de malas no sólo porque Pinito se haya resistido bastante al cepillado y le haya dejado los brazos llenos de moretones, sino porque la afición de la perra a la decoración de interiores está yendo demasiado lejos: ahora dedica sus ratos libres a abrir un agujero en la pared de la entrada. Con los dientes. Y qué querrá poner ahí, se pregunta la Lupe, una vasija de cobre batido, una figurita, qué. En ese punto, una señora mayor cargada de bolsas rojas, de esas de las rebajas del cortinglés, mira a Pinito, frena en seco y asalta a la Lupe en medio de la acera]

Señora: Mira, perdona, ¿la perra de dónde es?

La Lupe [a la defensiva]: Cómo de dónde... De aquí. Es mía.

Señora: ¿Pero la compraste, te la regalaron?

La Lupe [arruga la frente y piensa “la pedí por catálogo, colección Perros Satos Otoño/Invierno 2008-2009”]: No, la recogí de la calle.

Señora: ¡Ajá! ¿De qué calle?

La Lupe: Del Parque Santa Catalina.

Señora: ¿Eso dónde es?

La Lupe: ¿Pero usted es de la policía o qué?

Señora: No, es que yo tengo una amiga que era la dueña de esa perra, y la regaló, y luego se arrepintió y la quiere recuperar. Una depresión tan grande que se cogió, la pobre...

La Lupe: No, ésta no es. Ésta es mía desde chiquitita.

Señora [gritando]: Sí es. Es la de mi amiga, la misma.

La Lupe [en voz baja pero peligrosa]: No es. Y mire, no haberla regalado.

Señora: Sí es, que yorkshires de Alaska blancos y negros de pelo duro hay muy pocos.

La Lupe: ¿Cómo?

Señora: Marroncitos sí hay, pero como ésta no. Son muy raros. Cayetana, Cayetana, ven, ven aquí conmigo.

[Pinito pasa]

La Lupe [muy digna]: Señora, que se equivoca usted. Adiós.

Señora [siguiéndola calle arriba]: ¿No te da pena, mi amiga llorando en su casa y tú aquí disfrutando de la vida?

La Lupe: No. Esta perra es mía. Y no es un yorkshire de Alaska ni nada. Es un chucho. Y se come las paredes. Además, yo no disfruto de la vida. Déjeme, déjeme quieta, de verdad.

Señora: El Señor te va a castigar.

La Lupe: Ya me tiene castigada ya.

Señora: Dame tu teléfono. Dime dónde vives.

La Lupe: Pinito, ataca.

[Pinito pasa]

Señora: Voy a llamar a un guardia.

La Lupe: Estupendo. Tengo los papeles de la perra perfectamente en regla. Acaba de pasar la revisión de los diezmil.

Señora [buscando el móvil en el bolso]: Al cerounodós voy a llamar.

La Lupe: Pues les cuenta la misma historia que a mí, que seguro que les encanta. Adiós.

Señora: ¿Oiga? Sí... Que aquí hay una mujer que tiene una perra que era de una amiga mía... Que la regaló... Pero que ahora la quiere otra vez... Y no se la quiere devolver... Y se va, y no hay guardias a la vista...

La Lupe [lejos ya]: Pinito, ¿tú te quieres llamar Cayetana y vivir en una casa con muchas paredes nuevas? ¿Eh?

[Pinito pasa]


12 de julio de 2009

No es falta de cariño

Es que estoy sin historias. Acepto donaciones.

22 de junio de 2009

Blues de la lagarta y la perra mala (I)

[Éste es para Laura]

La semana pasada Pinito cumplió seis meses. Yo me senté a su lado y la miré, a ver si daba algún signo de madurez y asentamiento. Ella bajó el hocico y las pestañas así, pensativa, y luego me mordió el dedo gordo. Sigue igual, la muy perra. Algo ha crecido: pesa unos seis kilos y tiene unos dientes desproporcionados que, además, le despuntan en todas las direcciones posibles, como a las pirañas. La idea de la madre naturaleza, digo yo, será que no pierda ninguna presa, venga de donde venga. Pero no pienso pagarle la ortodoncia.

Cada mañana a las siete, llena de buenas intenciones, de energía loca, de cansancio existencial y de odio genérico al universo (sí, todo a la misma vez), me levanto para sacar a Pinito. Bueno, para eso y para ver qué más puede haber hecho la más pécora de todas las perras (la llego a bautizar una semana más tarde y le pongo Pécora) y qué maldiciones nuevas van a proyectarse desde el fondo de mi memoria. Yo de chica leía historias de piratas, que es una cosa que deja huella. Pero lo que decía. Una pensaría que el catálogo de sus maldades tiene fin, y no. Lo que sí tiene fin es el número de mis zapatos. Porque aun cuando la mezcla genética de Pinito es difícil de desglosar, sabemos que algo de urraca hay. Y está en su naturaleza robar las cosas que brillan, llevárselas a su cubil y hacerlas pedacitos. Como a mí me gustan los zapatos rojos y violetas y de charol y yo qué sé, y como además soy tamaño familiar, y mis pies en eso no me llevan la contraria, mis zapatos se ven de lejos. Y a Pinito se le encienden los ojos ante el más mínimo zapato. Y tú me dirás “pues ponlos a buen recaudo, mujer absurda”. Ah, sí, pero es que otro de los antepasados de Pinito fue muy claramente una cabra. Salta, salta mucho. En torno a un metro y medio. No sé tu casa, pero la mía, sin ser de juguete, no tiene techos de nueve metros de alto. No puedo colgarlo todo de las bóvedas, junto con las arañas de cristal, y andar todo el día subiendo y bajando poleas.

El miércoles me tocaba ir al fisioterapeuta a las cuatro: me pasé tres cuartos de hora buscando por todos lados el único par de zapatos que no me hacía daño. No hubo manera. Si hubiera encontrado un zapato solo se me habría ocurrido que el otro lo había robado ella, y la habría molido a palos hasta que confesase. Así, al estilo Soprano. Pero que hubieran desaparecido los dos... A las tres y media me rendí, lamentando mucho mi deterioro mental, y me fui al fisio con unos zapatos que me dejaron los pies llenos de ampollas. Y llegué tarde. Que yo creo que por eso el hombre, sonriente pero vengativo, me dejó la espalda machacadita. Y cuando volví a casa, arrastrada y descalza, porque no podía más, y total en esta ciudad no me conoce nadie, y encontré mis dos ex-zapatos favoritos mordidísimos debajo del sofá, y a Pinito, toda dientes y sonrisa y movimiento de rabo, terminando de arrancarles las hebillas...

A Pinito le hace falta un abogado. Y a mí, una de valium y más zapatos, a ser posible blanditos.

17 de junio de 2009

Educación (II)

[La Lupe al teléfono]
Oye, Papi, ¿cómo hiciste tú para educar a la Sofía? Para que te obedeciera tanto, digo. Porque esa perra, cuando la llamas, viene como un tiro, esté donde esté. En cambio mi Pinito, por más que yo grite... ¿Es el rollo ése de firmeza, cariño, liderazgo y tranquilidad? ¿No? ¿Queso? ¿Sí? ¿Majorero blanco? Ay, gracias, Papi.

8 de junio de 2009

Manchas

Elenita entra en la tintorería arrastrando una bolsa enorme con un asa rota. Dentro, un edredón de color beige por una cara y burdeos por la otra.
Elenita: Buenos días.
Señora [toda eficiencia]: Buenos días. ¿Tiene ficha aquí?
Elenita [pensando si se referirá al edredón o a ella]: No.
Señora: Pues vamos a reconocerlo. Póngalo aquí.
Elenita [dándose cuenta de que es lo mismo que le dicen cuando va al veterinario, levantando el edredón en peso y esperando que no le dé un mordisco] : Venga, arriba, pórtate bien, que no te va a doler.
La señora mira a Elenita con una cara rara. Luego mira el edredón, que está quieto y callado.
Señora: Tiene manchas.
Elenita [sonriendo tontamente]: Claro, por eso lo traigo.
Señora: ¿Y de qué son?
Elenita: De todo un poco.
Señora [tecleando y señalando a la vez]: Vamos a ver. Ésta.
Elenita: Loción hidratante de vainilla de Tahití.
Señora: ... hidratante. ¿Y ésta?
Elenita: Helado de chocolate belga.
Señora: ... chocolate. Ésta.
Elenita: Vómito de perro.
Señora: Ah... perro... ¿Y ésta?
Elenita: ¿Quedan más?
Señora: Con ésta creo que ya terminamos.
Elenita: Pues no me acuerdo.
Señora: Parece...
Elenita:
Eh...
Señora: Ah...
Elenita: ¿La Península Escandinava?
Señora: No, digo que parece de origen orgánico.
Elenita: CSI.
Señora: ¿Cómo?
Elenita: Que lo deje. Que cuándo vengo a buscarlo.
La señora teclea, medita sobre el paso inexorable del tiempo, suspira.
Señora: El miércoles. Son doce euros. Firme aquí, e-xo-ne-rán-do-nos de toda responsabilidad sobre las manchas.
Elenita firma. Luego duda.
Elenita: Mire, y si el vómito no fuera de perro, sino de persona, ¿sería distinto?
Señora: Tampoco nos haríamos responsables.
Elenita: Ah.
Señora: Tome. Una tarjeta de fidelidad. Si nos trae diez prendas, le regalamos la limpieza de una.
Elenita: ¿Valen alfombras?
Señora: No.
Elenita: ¿Y cortinas?
Señora: Tampoco.
Elenita se va, calculando la cantidad de desastres perrunos y humanos que tienen que darse para que esto le salga medio rentable. Nada, no hay manera.

2 de junio de 2009

Nota necrológica

No escribo porque me he muerto. Y no descanso en paz, tampoco.
Cuando acabe la mudanza, cuando pueda andar por la cocina de mi casa sin darme de hocicos contra ciento doce mil cajas de cartón, nueve estropajos, un míster proper reforzado, una pila de periódicos de 2006 y una rasqueta... cuando dejen de tocarme a la puerta a cada minuto electricistas, antenistas, fontaneros, carpinteros y otros señores que cobran por hacer ruido, decir cosas incomprensibles y romper las paredes... y, muy particularmente, cuando los de Telefónica tengan a bien ponerme la línea y la ADSL, para lo que, según parece, es imprescindible que se encaramen a la azotea como King-Kong... entonces igual resucito.




17 de mayo de 2009

Familia (conversación en dos actos)

“Familia y autoestima son cosas incompatibles”
El señor muy serio de dos metros

I.
Padre [meditabundo]: Pues estoy pensando que tú de pequeña eras un poco así, como la perra.
Hija: ¿Robaba zapatos, me metía debajo de la cama y me los comía?
Padre: No, no, quiero decir que no parabas quieta ni un minuto, y que mirabas a la mayoría de la gente con cara de odio, pero luego, en el fondo, eras buena.
Hija: Ya.
Padre: Como la perra, que lo que tiene no son defectos, sino casi virtudes.
Hija: Ah.
Padre: Sí. Pobrecita, la perra. Hay que conocerla y tener un poco de paciencia con ella. Nadie la comprende.
Hija: A mí tampoco me comprendían. Y paciencia, cero. Acuérdate de Sor María Luisa.
Padre: No, mejor no. Qué miedo daba esa mujer.
Hija: Yo todavía sueño con ella.
Padre: Yo también. Se habrá muerto ya, ¿no?
Hija: Sí. O si no, tendrá ciento diez años y no la dejarán dar clase.

II.
Hija: Que dice Papá que yo de pequeña era como la perra.
Madre: ¿Bigotuda?
Hija: No. Hiperactiva y revirada.
Madre [indignada]: Tu padre, de verdad… Mira: tú de pequeña eras la niña más bonita y más simpática del barrio. Todo el mundo tenía que ver contigo. Eras encantadora. Y cariñosa, y graciosa: te reías muchísimo. Con cualquiera te ibas. Y ya ves de mayor el carácter tan espantoso que se te ha puesto, que le arrancas la cabeza al primero que te lleve la contraria; o empiezas a resoplar y a mascar en seco y a mirar al cielo, en plan “dame-paciencia-señor”. Es una pena. Pero qué se le va a hacer, el tiempo pasa, los niños crecen, y hay que asumir las cosas como vienen… Oye, que la perra se está comiendo las flores de mundo, dile algo, ¡tú, fuera de ahí!

9 de mayo de 2009

Megafonía

Metropolitano de Tenerife informa [ding-dong]:
Señores viajeros, lamentamos haber cubierto nuestros tranvías con esas fotos tan deprimentes de ligres, hipopótamos enanos y osos que tocan la trompeta. La culpa es del Circo Mundial, que pagó la publicidad. Nosotros no queríamos, de verdad que no. Para compensarles, señores viajeros, por los daños emocionales y estéticos que han sufrido (porque, dejando aparte a los pobres animalitos, no se han visto colores más feos ni letras más desproporcionadas, llevan ustedes razón), vamos a bajar las tarifas en un 30% mientras dure la campaña. Gracias por su atención y su paciencia, y por favor, sigan viajando con nosotros [dong-ding].

5 de mayo de 2009

Ah, María Ivanovna

Toda la noche soñando en ruso. Sin entender nada, claro. Cada tanto venía un señor mayor con bigotes y me cogía del brazo y me decía, "Ah, María Ivanovna", y Dios sabe qué más. Yo bajaba la cabeza y sonreía un poco, lo mínimo, por si acaso.

1 de mayo de 2009

Poema afterpop (creo)

Voy en avión
y cincuenta y seis pasajeros
y dos azafatas
me odian locamente
sólo
porque los tres miligramos de valium
que le di a Pinito
no le hicieron efecto ninguno
y la perra grita como un águila real
ya ves tú
qué gente más antipática
total
para tres cuartos de hora que dura el vuelo

26 de abril de 2009

Esa boca

Aquí tienen una lista de las cosas que le he sacado de la boca a Pinito en los últimos diez días. Sólo les pongo las que puedo escribir sin que me entren ganas de vomitar. Aún así, verán que desde que estoy criando a Pinito he ganado bastante en términos de estómago. Antes era más delicada, yo.

Un hilo de pescar de 45 centímetros de largo al que iban unidos dos anzuelos y la cabeza de una boga.
Un chupachús MegaKojak Sabor Cereza seminuevo (propiedad de mi hermana).
Un Mars Delight nuevo, a estrenar (también de mi hermana).
Seis zapatos variados, nueve calcetines y cuatro piezas de ropa interior.
Una barra de labios rosa suave.
Un teléfono móvil Nokia (not connecting people anymore).
El libro de César Millán.
Un ratón con la mitad de las tripas fuera.
Media lagartija (seca).
Un tuno indio.
Un trozo de alfombra.
Muchos chicles (propietarios no identificados).
Medio pan (verde).
El arnés y la correa de la perra Pulga.
Un rotulador permanente negro.
Un rollo de cinta aislante.
Cinco cojines buenos (propiedad de mi madre) y cuatro baratos (míos).
Un cinturón (mío).
Seis piezas decorativas de potpourri al aroma de lavanda con forma de piña.
El mando de la tele.
Un bote de vitaminas marca Supradyn.
Los restos de una pelota amarilla de caucho que me juraron, en la tienda de animales, que se usaba para adiestrar pastores alemanes y que era total y absolutamente irrompible (p.v.p. 4.5 euros)
Un calabacino.

A veces pienso que me gustaría devolver a Pinito al parque.

16 de abril de 2009

Edad

[Monólogo escuchado en la Cafetería El Cisne Negro del Danubio]

No, no, yo tengo una edad muy mala para el cortinglés, ya ni se me ocurre, en la planta de señoras es todo como para madres, miras las chaquetas y a cada percha que tocas te vas volviendo más rubia, más jubilada, más viuda, más socia del club náutico; y en la planta joven, peor, porque es todo para niñas flacas de once años o... o gimnastas profesionales, es que nada más salir de la escalera mecánica sabes que no te va a entrar nada jamás, y si te entra vas a parecer la Nancy... sí, pantorrilluda, reventona... y entre esas dos plantas no hay nada, a no ser que quieras comprarte una cafetera o un aipor... no, qué va, yo voy a tiro hecho, mi zara, mi mango, si tengo perras mi masimoduti o mi adolfodomínguez, y ya.

4 de abril de 2009

Estampa

Sábado, las ocho de la mañana. La avenida. Un señor camina envuelto en un mantel blanco y rojo, bordado de cafeteras antiguas. Falta un pelo para que el viento lo levante y se lo lleve para La Habana, pero él, como si nada. Una señora de chándal celeste lo mira, se para y me dice "ay, qué pena, con lo bien que me iría a mí esa mantelería para la cocina, cuando que a él le sienta fatal".

29 de marzo de 2009

Educación

Método I. 7.14 am. La Lupe [despelusada, amenazadora, de pie en medio de la calle, dirigiéndose a Pinito, que se acaba de tender, tan tranquila, a la sombra de un coche, y mastica la correa para entretenerse]: ¡¡Tú, bicho, caga, mea, haz algo de una vez ya!!

Método II. 13.25 pm. Señor muy serio de dos metros [en voz baja, inclinándose hacia la perra, que está sentada en la acera y se rasca y mira al cielo]: Excreta, por favor, excreta; será lo mejor.

22 de marzo de 2009

La documentalista (II)

La documentalista está sentada delante del ordenador, toda preocupada. Porque acaba de descubrir que en su base de datos hay dos libros que se llaman igual, “Descripción de las Yslas de Canaria”. Y el autor también se llama igual, Pedro Agustín del Castillo. Así que, razona ella, debe de ser el mismo libro. Sólo que uno es de 1686 y el otro de 1739.

La documentalista se muerde una uña. Luego el dedo entero. Deja de morder cuando llega a un anillo que parece relleno de Cristasol. “¿Me habré equivocado con la fecha? ¿Habré hecho dos fichas distintas del mismo libro? ¿Qué probabilidades hay de que dos tíos con el mismo nombre y apellido hayan escrito un libro con el mismo título con 53 años de diferencia?”.

Entonces suena el teléfono y es un ser humano que pregunta amablemente si puede ser que la documentalista tenga a mano “el libro negro aquel que estaba mal encolado, el de los alemanes”. “Sí”. La documentalista ya no sufre, porque ha conseguido hablar su idioma. Seis meses le ha costado, pero no hay obstáculo que no venza la constancia. El ser humano, contento, dice que ahora se acerca a por él. Muy bien. Adiós.

La documentalista mira en las fichas dónde están guardados los (¿los?) libros de Pedro Agustín del Castillo. Lejos, en otra sede. Mierda.

Tocan a la puerta. La documentalista se preocupa más. Porque cree que el ser humano ha adquirido el poder del teletransporte y se ha plantado allí, cuando ella todavía no se ha levantado de la silla para coger el estudio de Marcos Sarmiento sobre los viajeros alemanes en Canarias (eso era lo que le estaba pidiendo, sí). Pero cuando va y abre es el cartero, que trae un paquete. Un paquete del Canadá.

¡OH!

¡CANADÁ!

La documentalista se muere de curiosidad. El paquete es blanco y rojo, con dibujitos, y tiene aire de regalo.

¡OH!

Y cuando lo deshace, dentro hay... hay... un trozo gordo, oscuro y aromático del What-the-dickens-whisky-fruitcake de Arantza. Envuelto con infinito cuidado, como para aguantar un viaje de casi 6.000 kilómetros. Por mar. Y la documentalista salta y se olvida del universo y se prepara un café con leche y se corta una rebanadita de queque, y lo muerde, y se siente arrebatadamente feliz y agradecida. Ah, está riquísimo, con sus pasas y su jengibre y sus nueces y sus especias. La documentalista lleva mucho tiempo sin beber alcohol por orden del médico migrañólogo, que le mandó unas pastillas crueles y siniestras, tanto que la mayor parte de los días ella preferiría el dolor de cabeza. Pero nadie le dijo que no comiera alcohol.

¡OH!

Otro poco.

Otro café.

Un pedacito más. Pequeño. Bueno, mediano.

Tocan a la puerta. ¿Será el cartero otra vez?

No. Es el ser humano. “Hostia. El bibro. Biblo. Juacs. Bibrlo no. Li-li-liibro. Eso. Negro, mal encorrlado. Pero antes de ir a abrir la puerta tengo que guardar el queque. Que es mío y sólo mío. Mi tesoro... MÍO”.

La documentalista se levanta y se tambalea un poco. Se vuelve a sentar. El ser humano, el pobre, toca a la puerta más fuerte. Ahí se va a quedar. “Mañana se lo doy, si total a él le da igual, si ya lo ha leído y sabe cómo acaba; los alemanes se vuelven toditos para su casa”, se dice, llena de razones y de whisky, la documentalista.

Suena el teléfono. “Y ahora seguro que es Pedro Agustín del Castillo. Pues no lo cojo. Que son ganas de joder nada más. Que llame mañana”. La documentalista se pone otro café y piensa qué canción irá mejor con este colocón tan bonito que tiene.

14 de marzo de 2009

Estadística (I)

Número de veces en la última semana en las que Pinito ha sido recluida en la solana por cometer delitos diversos: 3.114.
Desglose de los delitos más frecuentes:
Desobediencia y resistencia a la autoridad (60%).
Masticación de la persona de la Lupe (8%).
Masticación de las patas de la cama de la Lupe (4%).
Masticación del cable del ordenador de la Lupe (4%).
Robo y destrucción (en grado de tentativa) de ropa y zapatos propiedad de la Lupe (10%).
Robo de comida y bebida propiedad de la Lupe, con especial énfasis en el café con leche (10%).
Ataques de amor asesino a las visitas (4%).

Número de veces en la última semana en que la Lupe ha fregado la terraza con Mr. Proper Limón - Gran Poder de Desinfección, cubriéndose la cabeza con el elegante sombrero tradicional lanzaroteño y el resto con una camiseta gigante del Correcaminos: 6.
Número de veces en que la Lupe fregaba la terraza cada semana, antes de tener a Pinito: 0.

Gramos de pienso que Pinito ha devorado en el último mes y medio: 4.500.
Gramos que pesa Pinito a día de hoy: 2.900.
Número de veces en que la Lupe se ha preguntado cómo es posible: 26.

Breve añadido del domingo por la mañana:
Número de hoyos que Pinito excavó en la playa en una hora: 347.
Grado de putrefacción del ex-calamar que Pinito encontró y se echó a la boca, y se negó a soltar (a pesar de ser perseguida y presionada con técnicas aprendidas en cárceles de Irak), en la escala de putrefacción de calamares de Wagensberg (que va de 0 a 14): 14.
Chinos sorprendidísimos que recibieron cariño y lametones de Pinito sin razón aparente: 3.
No-chinos a los que trató con desdén o agresividad: 36.
Esta perra tiene algo con el Extremo Oriente.

12 de marzo de 2009

Diccionario

Estrés
Dícese de la situación en que un ser humano de natural vago se despierta espontáneamente a las seis y cuarto de la mañana y se pone, con espantosa energía, a limpiar primero el microondas y luego la nevera, valiéndose para ello de estropajos y pulverizadores de color azul-violeta.

2 de marzo de 2009

Empleo

Sueño que me ofrecen un empleo. De adiestradora de tiburones-martillo. Y yo voy y digo que sí.

28 de febrero de 2009

De qué hablamos

[Teléfono]

Mamá: ¿Y qué tal todo?

Yo: Bien. Aunque la perra se come las paredes.

Mamá: ¿Las paredes?

Yo: Que verás, si fueran mías... Pero son del casero. Y luego no puedo evitar pensar que cualquier día, mientras esté yo trabajando, se pone a masticar un muro de carga y tenemos una desgracia.

Mamá: Igual le falta calcio al animalito.

Yo: Si le faltara calcio no tendría esos colmillos de tigre de dientes de sable, ¿no?

Mamá: No... ¿Muerde mucho?

Yo: Muchísimo. Voy por la casa con los guantes del horno puestos, no te digo más.

Mamá: Ah, ¿pero tú tienes de eso?

Yo: Cuatro. Al principio sólo tenía uno, pero fui y compré más. Y porque no los hacen para los pies, en formato bota-de-caña-alta, que si no...

Mamá: Tú es que siempre has sido muy exagerada. Desde chica.

Yo: ¿Quieres que te mande un parte de lesiones?

Mamá: Nada, nada. Los cachorros son todos así. La Pulga también era muy mordelona, y ahora ya la ves, tan dulce, tan encantadora. Ya no muerde.

Yo: No; ya no nos muerde a nosotros.

Mamá: Eso. Sólo a los desconocidos que no le caen bien.

Yo: Que son todos.

Mamá: Todos no. El otro día...

Yo [interrumpiéndola]: Pero la Pulga ha tardado dos años en enderezarse. No sé si aguantaré tanto, yo.

Mamá: Tú trátala con cariño, pobrecita. No le levantes la voz.

Yo: Le levanto la voz y la alpargata, Mamá, que si no me me echa del sofá y llama al servicio de habitaciones y pide la cena por teléfono, con vino, café, copa y puro, y un cartón de tabaco. Y hay que ponerle límites. Tú, como a los tuyos los tienes tan consentidos...

Mamá [ahora le toca a ella interrumpir]: Mira, ¿y tú crees que podríamos hablar de algo que no fueran los perros y su educación?

Yo: Sí. La semana que viene se me acaba el contrato.

Mamá: Ya.

Yo: Y no tengo derecho a paro.

Mamá: Ah.

Yo: Y este año no se convocan oposiciones de nada. No sé muy bien qué voy a hacer.

Mamá: Y, aparte de las paredes, ¿te come bien, la perra? ¿Qué le das, pienso?

Yo: Sí. Uno caro. Me lo vende el veterinario.

25 de febrero de 2009

Pinitencia

Señor muy serio de dos metros [de pie en la cocina, mirando a Pinito desde las alturas]: Hola, perrúscula.

Pinito brinca y salta como los peces en el río, pero con más movimiento de cola. Luego se para en seco y le muerde un zapato con terrible concentración.

Señor [quitándosela de encima con cuidado]: Pero Pinitencia, ¿qué pasa?

Pinito, toda colmillos y saña, va a por el otro zapato.

Yo [agotada]: ¿Tú me comprendes?

Señor: Bastante.

Yo [en tono educativo]: ¡NO!

Pinito: Grgrgñ.

Señor [conciliador]: No, oye, no.

Pinito: Grgñ.

Yo [hablándole al Señor y dándole una jalada a Pinito]: ¿Te sabes algún exorcismo bueno para perros?

Pinito suelta el zapato y se va haciéndose la ofendida, hocico en alto, a ver si se puede comer la alfombrilla del baño.

Señor [sorprendido]: Mira, no pone cara de "dame un euro".

Yo: No, eso es cuando quiere algo, no cuando la castigas.

Señor [científico]: Perdona, pero ayer cuando la encerré en la solana puso una cara clarísima de "dame un euro".

Yo: No, era cara de "dame dos euros-o cincuenta céntimos-dame lo que lleves-no me importa que no tengas suelto-cómprame un bocadillo-hace tres días que no como", y lo que quería era que la sacaras de la solana.

Señor: Menos mal que es chica y no alcanza más arriba del tobillo.

Yo: Menos mal.

17 de febrero de 2009

La creación de neologismos en la lengua española

Pinitosueltaesomecagoentunaciónperrunaquetejuropordios-
ylavirgensantísimaquetearrancolosdientesunoporunoynocreo-
quehaganprótesisdetutallasueltacabronasueltamiraquete-
devuelvoalparqueconlosyonquis.

3 de febrero de 2009

Pinito



Nombre: Pinito.
Sexo: Hembra.
Especie: Canina.
Raza: Tirando a ratonera, pero sabe Dios.
Color: Negro, blanco, cejas pelirrojas.
Pelo: Mucho.
Señas particulares: Bigotes tremebundos.
Tesitura: Soprano ligera.
Edad:
Mes y medio.
Peso: 950 gramos.

Se pasa la mayor parte del día durmiendo. El resto del tiempo lo dedica a masticar el universo y a pedir comida con un número acrobático-musical que en casa tiene mucha aceptación. Sobre todo cuando lo hace a las seis de la mañana (los primeros compases en la alcoba, los últimos en la cocina).

“Pinito, no, el cable del ordenador no. Pinito, no te metas de patas en el cacharro del agua. Pinito, no, quita el hocico de ahí, que eso quema. O pincha. O corta. O da calambre. O es prestado. Pinito, no, deja la alfombra quieta. Pinito, no, el periódico lo estoy leyendo yo. Pinito, olvídate del sofá. Pinito, como me vuelvas a morder te juro que te hago rellena de castañas. Tres castañas, porque no hay sitio para más, pero te hago y a fuego lento, ¿eh?”.

26 de enero de 2009

La documentalista (I)

La documentalista hace la compra. Camina por el pasillo de la leche, busca la marca que le gusta, mira el precio y decide que ya está: que se acabó el calcio con isoflavonas de soja a 1,39 euros el litro. “¡Adiós, adiós!” les dice a las isoflavonas, que son azules y verdes y elegantes, y coge cuatro tetrabriks de una leche aburridísima, blanca, sin imágenes de vacas, ni nata ni vitaminas ni omega tres, a 79 céntimos el litro. Que será radiactiva, lo más seguro. “Ah, qué pena las vacas, qué pena, ahí pastando uranio 238, y sin saberlo”. Se da la vuelta y se acerca a los quesos. Ciento quince tipos de queso, allí amontonados, sin orden ni concierto. Le vienen ganas de sentarse y documentarlos y catalogarlos. De cabra/de vaca/de oveja/de mezcla/más del 40% de materia grasa/menos del 40%/orgánicos/amarillos/azules/caros/carísimos... Pero se aguanta y repite las palabras de la psicóloga Patricia. “No se puede clasificar todo, no se puede”. No es sano. Jamón cocido, ah, jamón cocido. Eso sí es sano. Sin sal, 0% grasa saturada. A 2,35 euros el paquetito de 125 gramos, calcula, “pero si con eso no da ni para un bocadillo, ¿esta gente perdió el tino?”, pregunta, acordándose de la madre de Mafalda, “sunescán-daluna-buso”. Y cuando una señora muy resfriada que pasa a su lado la mira con alarma, la documentalista se da cuenta de que otra vez está hablando en voz alta.

No, no.

La documentalista se aleja de la señora resfriada, primero porque no quiere más virus ni bacterias ni fiebres este invierno, y después porque se avergüenza bastante de sí misma, que hablarle al jamón cocido no es como contestarle a la tele o a la radio; no, es enfermizo, casi tanto como el deseo de ordenar los arroces según su variedad y procedencia geográfica, o las latas de pimientos rellenos según la grima que den (en una escala de uno al cientodiez). No. “No se puede clasificar todo, no se puede, no se debe”.

Pescado. Se acuerda de que necesita pescado. Se va para la nevera de los congelados. Y claro, allí está la señora resfriada, asomándose al hielo la muy imprudente. No sólo eso: acercando la nariz (rosa) al bacalao de Noruega que, lo sabemos, es un animal peligrosísimo, un depredador, que surca los fiordos persiguiendo arenques y crustáceos para devorarlos sin piedad. “¡Cuidado!”, la documentalista avisa a la señora resfriada. Pero antes de que pueda explicarle nada, la señora resfriada huye con sus virus, sus bacterias y su bacalao de Noruega.

La documentalista decide que a partir de ahora sólo va a ir a la compra a supermercados que estén lejísimos de su casa y a horas raras, a las que no haya más nadie. Así podrá hacer el ridículo con tranquilidad.

20 de enero de 2009

Inglés

Niña de tres años [mirándome con interés]: ¿Y tú para qué sirves?
Yo [descompuesta]: Ah... Pues... Sé inglés.

17 de enero de 2009

Café

Operadora: Entonces, señora Pérez, ¿quiere usted pedir nuestras exclusivas cápsulas de café de intenso aroma y gran calidad a razón de 33 céntimos cada cápsula?

Yo: Sí.

Operadora [con sonsonete]: ¿Sabe que la compra mínima es de 50 cápsulas y que se las llevamos a su domicilio en un plazo de 48 horas?

Yo: Sí.

Operadora: Bien; pues antes de nada necesito su nombre completo, su NIF, su dirección, sea la de su casa, la de su empresa o las dos, el modelo de cafetera que tiene, el número de serie de la cafetera, su teléfono fijo, su teléfono móvil, el número de miembros de su familia, su consumo medio de café...

Yo: ¿Y una muestra de ADN no?

Operadora: No.

Yo: Usted es de la CIA, ¿verdad?

Operadora: ¿Cómo?

Yo: Que esto es para venderme café, no para darme un niño en adopción... ¿Para qué quiere tantos datos?

Operadora: Para nuestros ficheros.

Yo: Sus ficheros.

Operadora: Sí.

Yo: Pero yo no quiero estar en sus ficheros.

Operadora: ¿Y entonces cómo le enviamos las cápsulas?

Yo: Una cosa es que tengan mi nombre y mi dirección, y otra que sepan cuántas habitaciones tiene mi casa, lo que pago de hipoteca...

Operadora: Espere un momento que lo consulto.

Yo: Bueno.

[Lalalá, lalalá, lalalá...]

Operadora: Señora Pérez.

Yo: Sí.

Operadora: Me dicen que todo esto es completamente rutinario, y que es parte de su proceso de inscripción en el Mágico Club del Café.

Yo: Ya.

Operadora [odiándome]: Permítame hacerle una oferta.

Yo [desconfiada]: Ah.

Operadora: Una oferta de bienvenida. Una muestra de todas nuestras variedades de cápsulas, en una decorativa caja de ébano, por sólo 107 euros...

Yo [interrumpiéndola] : Déjelo, déjelo.

Operadora: ¿Entonces? ¿Qué desea que hagamos con las cápsulas y su inscripción en el Mágico Club del Café?

Yo: Pues mire, me lo voy a pensar, y un día que me levante cariñosa y comunicativa la vuelvo a llamar y le cuento mi vida entera, ¿le parece?


14 de enero de 2009

Gato Pili

Voy de camino a la frutería, cantando "Sta-aa-ay just a little bit longer" y pensando en manzanas asadas, con su poquito de azúcar y de mantequilla, y me encuentro con el gato Pili, que se llama así porque cuando su familia lo recogió era demasiado chico para que lo bautizaran con garantías, y ahora que tiene siete meses y responde al nombre de Pili no le van a decir por ejemplo José Manuel; y al gato Pili, que está sentado en un muro, no le gusta un pelo que yo cante, que se comprende, porque canto raro, aunque ponga de mi parte, y me mira mal; pero en vez de volverme la espalda con aire de sumo desprecio, que es lo que una esperaría de un gato, me da un manotazo sin uñas ni nada y me tira las gafas debajo de un coche; y yo, en vez de coger al gato y estrujarlo hasta que escupa el hígado y recordarle con voz de psicópata que las gafas me costaron 125 euros porque estaban de oferta y que me quedan menos de dos meses de contrato y que luego vendrá la miseria, siento que me da la risa, y me arrodillo, y recojo las gafas, que no se rompieron pero fueron a parar al charco más asqueroso de Playa Honda (y está reñida la competición), y las seco, y me pongo de pie otra vez, y le doy un manotazo al gato Pili (sin uñas también, juego limpio, juego limpio), y cambio de planes. Nada de frutería ni de manzanas asadas. Me voy a la óptica a que me aprieten bien los tornillos de las gafas, que no se me caigan más. El gato éste no me avasalla a mí.