En casa de mis padres hay una
habitación misteriosamente enmoquetada. En color crema. No se sabe
por qué. Nunca ha habido ni un centímetro cuadrado de moqueta en el resto de la casa. La habitación tiene una ventana grande, un ropero empotrado, un arcón,
una mesa, ninguna silla y una bicicleta estática. Y un mueble
indeterminado atravesado en el quicio de la puerta para que no pasen
los perros. Porque los perros de esa casa (nunca menos de tres ni más
de seis) son muy aficionados a la moqueta. ¿Por qué no se deja la
puerta cerrada? No se sabe. Es un misterio. Además los perros
grandes saltan por encima del mueble, los perros pequeños se
arrastran por debajo, y todos terminan, en el mejor de los casos,
durmiendo la siesta en la moqueta, a la sombra de la bici. En el
peor de los casos hay que echarlos, castigarlos y limpiar entre grandes
maldiciones.
La habitación no se usa para nada concreto. Simplemente está ahí. Aunque esta semana había una figurita de
la Virgen del Carmen, otra de Santa Rita y una vela roja encendida
delante de cada una. Porque yo estaba pendiente de un puesto de
trabajo, y pasé por un examen y una especie de entrevista. Todavía no
me han dicho nada. Mi madre puso las figuras y las velas, cosa que la obligó a pasar varias veces por encima del mueble indeterminado, dando un brinquito; para llevar
las figuras, las velas y el mechero, para echar a los perros que
habían saltado o se habían arrastrado detrás de ella.... Pinito, por su parte,
tenía especial interés en comerse el fuego y las velas y en
rascarse la espalda contra los pedales de la bici y en asomarse a la ventana. Y, si la hubieran dejado, se
habría cagado allí mismo, que ella es muy expresiva y le gusta
dejar huella de su paso por el mundo, sobre todo en sitios señalados,
como la puerta del Parlamento, la oficina del Censo Electoral, el Cortinglés o el Banco de España. Pero
mi madre la cogió a tiempo, justo cuando empezaba a arquear el lomo, y la puso fuera.
Entonces se acercó a las figuritas, les
dio unos golpecitos cariñosos en la cabeza y les dijo, bajito, “venga, como Obama, yes we can".
3 comentarios:
Bueno, hasta no hace mucho, parecia que solo un milagro haría que un negro llegase a la Casa Blanca para ocupar el despacho oval.
No hay nada imposible.
Saludos.
Yo pensé que habíamos tenido fumata el viernes. En fin, volveré a hablar con San Francisco de Asis, pues.
Se te han juntado varias palabras, muy regularmente espaciadas, al principio del post.
Las perras de mis padres se comieron la pata de la mesa de centro del salón. Y también cagaron en mi habitación (de las doce posibles, en la mía). Son amor en estado puro.
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