1 de abril de 2012

Yes we can


En casa de mis padres hay una habitación misteriosamente enmoquetada. En color crema. No se sabe por qué. Nunca ha habido ni un centímetro cuadrado de moqueta en el resto de la casa. La habitación tiene una ventana grande, un ropero empotrado, un arcón, una mesa, ninguna silla y una bicicleta estática. Y un mueble indeterminado atravesado en el quicio de la puerta para que no pasen los perros. Porque los perros de esa casa (nunca menos de tres ni más de seis) son muy aficionados a la moqueta. ¿Por qué no se deja la puerta cerrada? No se sabe. Es un misterio. Además los perros grandes saltan por encima del mueble, los perros pequeños se arrastran por debajo, y todos terminan, en el mejor de los casos, durmiendo la siesta en la moqueta, a la sombra de la bici. En el peor de los casos hay que echarlos, castigarlos y limpiar entre grandes maldiciones.
La habitación no se usa para nada concreto. Simplemente está ahí. Aunque esta semana había una figurita de la Virgen del Carmen, otra de Santa Rita y una vela roja encendida delante de cada una. Porque yo estaba pendiente de un puesto de trabajo, y pasé por un examen y una especie de entrevista. Todavía no me han dicho nada. Mi madre puso las figuras y las velas, cosa que la obligó a pasar varias veces por encima del mueble indeterminado, dando un brinquito; para llevar las figuras, las velas y el mechero, para echar a los perros que habían saltado o se habían arrastrado detrás de ella.... Pinito, por su parte, tenía especial interés en comerse el fuego y las velas y en rascarse la espalda contra los pedales de la bici y en asomarse a la ventana. Y, si la hubieran dejado, se habría cagado allí mismo, que ella es muy expresiva y le gusta dejar huella de su paso por el mundo, sobre todo en sitios señalados, como la puerta del Parlamento, la oficina del Censo Electoral, el Cortinglés o el Banco de España. Pero mi madre la cogió a tiempo, justo cuando empezaba a arquear el lomo, y la puso fuera.
Entonces se acercó a las figuritas, les dio unos golpecitos cariñosos en la cabeza y les dijo, bajito, “venga, como Obama, yes we can".

3 comentarios:

Rodericus dijo...

Bueno, hasta no hace mucho, parecia que solo un milagro haría que un negro llegase a la Casa Blanca para ocupar el despacho oval.

No hay nada imposible.
Saludos.

Lego y Pulgón dijo...

Yo pensé que habíamos tenido fumata el viernes. En fin, volveré a hablar con San Francisco de Asis, pues.

Anónimo dijo...

Se te han juntado varias palabras, muy regularmente espaciadas, al principio del post.

Las perras de mis padres se comieron la pata de la mesa de centro del salón. Y también cagaron en mi habitación (de las doce posibles, en la mía). Son amor en estado puro.